Las geografías imaginarias y el conflicto en Gaza

Elvia Laija Olmedo[1]

Resumen: El siguiente texto es una breve reflexión acerca del conflicto entre Israel y Palestina, derivada del ataque perpetrado por el grupo extremista Hamás sobre Israel y la respuesta militar desproporcionada de este último. El análisis está enmarcado en la relación entre la construcción de identidades sociales y el territorio, bajo la idea de geografías imaginarias introducida por Said. La creación de realidades familiares ancladas al espacio físico que ocupan los pueblos siempre está sujeta a la exclusión y al binarismo de referencias frente al otro. La apropiación que Israel hizo del territorio significó la desposesión para los palestinos y lo sucedido en octubre de 2023 sólo ha exacerbado esta dinámica histórica.

Palabras clave: Israel, Palestina, territorio, identidad, conflicto. 

El 7 de octubre de 2023, miembros del grupo extremista Hamás, con base en la región palestina de Gaza, llevaron a cabo un inaudito ataque en Israel secuestrando civiles, lo que resultó sorprendente por la respuesta ineficiente de uno de los países que más invierte en seguridad (Al Jazeera, 2023). La pregunta que surge es: ¿cómo pudo planificarse un ataque de tal envergadura sin que, en la Agencia para la Inteligencia y Operaciones Especiales, Mossad, reconocida por la alta preparación de sus miembros y la sofisticación de su equipo, se tuviera un plan de defensa?

Israel respondió el ataque de forma contundente bombardeando “cada uno" de los 365 km2 que habitan los palestinos en la franja de Gaza. Estas acciones militares están lejos de sujetarse al principio de proporcionalidad, ya que la represalia está provocando una crisis humanitaria al enfocarse en la destrucción de la infraestructura, haciendo evidente la falta de consideración hacia la seguridad de los civiles. Además, los palestinos en Gaza se encuentran atrapados, pues Egipto, por otro lado, ha cerrado sus fronteras.

Muchos dentro de la comunidad internacional han levantado voz buscando contener la tragedia humana, como lo muestra la resolución de la Corte Internacional de Justicia del 26 de enero que, aplicando la convención contra el genocidio, ordena a Israel suspender todas las acciones militares en y contra Gaza (Corte Internacional de Justicia, 2024). Mientras, otros se alían a Israel con estrategias tan irracionales como bloquear los fondos a la Agencia de Naciones Unidas para la Ayuda a Refugiados (ACNUR) alegando acusaciones que señalan que miembros de esta agencia están involucrados en los ataques del 7 de octubre. (EE.UU. suspende subvención de UNRWA por vínculo con Hamás, 26 enero de 2024).

El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más prolongados, sin embargo, a lo largo de casi 80 años, persiste una solución: un territorio, dos Estados. Pero ¿por qué no se ha concretado esta propuesta? Una posible respuesta radica en la concepción del territorio.

Desde la perspectiva de las relaciones internacionales, la constitución de los Estados modernos se fundamenta en un espacio territorial que delimita el ejercicio de la soberanía. Bajo esta lógica occidental clásica, no puede existir un Estado sin territorio y sin el reconocimiento de esos límites por parte de otros. En consecuencia, las identidades colectivas de los pueblos se forjan ancladas al territorio.

Las sociedades asignan funciones y significados a los lugares y a los objetos, estableciendo un orden basado en las diferencias. Esta relación da como resultado una configuración geográfica que, según Edward Said, tiene una carga emocional, ya que se establece en la mente un espacio familiar (nuestro) y uno no familiar (suyo): “A ‘nosotros’ nos basta con establecer esas fronteras en nuestras mentes; así pues, ‘ellos’ pasan a ser ‘ellos’ y tanto su territorio como su mentalidad son calificados como diferentes de los ‘nuestros’” (Said, p. 87).

El movimiento sionista logró, a partir de la Declaración Balfour, obtener un “hogar nacional” para los judíos, pero esta tierra ya estaba habitada por otros. Esos otros pasaron de estar dominados por el imperio británico a la indefensión jurídica internacional, pues el tan ansiado reconocimiento de sus fronteras nunca llegó.

En esta relación, la mezcla ‘tiempo y espacio’ adquiere especial relevancia. Para los sionistas, el asentamiento de los primeros hebreos en el año 1200 a.C. en Canaán justifica su reclamo sobre esa tierra, especialmente en el contexto del antisemitismo y el Holocausto. Así, los lugares de Palestina se convierten en elementos esenciales de las historias que construyen la identidad de los pueblos. Tanto árabes como judíos se aferran a las edificaciones ancestrales en la región para reivindicar su derecho sobre el territorio, destacando la importancia de Jerusalén.

Aunque para Israel el espacio familiar estaría en el 56% del territorio de Palestina, a partir de 1948, la construcción de identidades de estos dos pueblos en el mismo territorio tomó caminos divergentes: la de unos se basó en el control y dominio del espacio físico, y la de los otros estuvo marcada por el despojo y la diáspora. Desde ese momento, más de la mitad de la población árabe en Palestina se vio forzada a emigrar, generando una nueva narrativa: la de la catástrofe o Nakba, para los árabes.

Los innumerables enfrentamientos entre árabes y judíos fortalecieron a Israel y debilitaron a los palestinos, pues siempre se ha tratado de una lucha asimétrica: un Estado reconocido y defendido por el sistema internacional contra un pueblo al que se le impide consolidarse bajo la categoría de Estado. El que los palestinos sólo tengan el reconocimiento, a lo sumo, de proto-Estado, les dificulta proteger su espacio familiar, ese territorio que nació fragmentado y que, a su vez, terminó por definir dos identidades entre los palestinos: por un lado, la de la resistencia extrema representada por Hamás en la franja de Gaza y, por otro, la de Cisjordania, donde se asientan los poderes políticos reconocidos internacionalmente y que aprendió a sobrevivir en la convivencia forzada.

Desde su triunfo en la Guerra de los seis días en 1967, Israel sofisticó su proceso de desposesión al instalarse en el espacio del otro y, con ello, complicando aún más la consolidación de una solución. Para Reham Owda, los colonos israelíes en Cisjordania violan la soberanía palestina, amenazan la paz y seguridad civiles, ponen en peligro los recursos hídricos y bloquean el desarrollo agrícola (Owda, 2023).

Israel ha quebrado no sólo el lazo tierra-identidad del pueblo árabe en Palestina, sino su vínculo con los recursos, ya que fue tomando el control de los acuíferos paulatinamente en la región (Marci, 2023) y utilizando el acceso a este recurso como un arma más para forzar el desplazamiento de los palestinos. Así mismo, decidió establecer su capital política en Jerusalén pese a que este espacio fue designado como “corpus separatum”[2] bajo un régimen internacional. Lo anterior complicó el acceso a lugares sagrados añadiendo un motivo más de inestabilidad, como ocurrió con el surgimiento, en el año 2000, de la segunda Intifada,[3] conocida como “el levantamiento de Al-Aqsa” en referencia a la mezquita. Palestina se fue convirtiendo en lo que Bachelard describe como una casa embrujada, no en un hogar sino en una prisión (Bachelard, citado por Said, 2008, p. 87).

A partir de octubre de 2023 todos los factores arriba mencionados adquirieron una nueva dimensión. Los que fueron expulsados de su espacio familiar son designados como los otros, los salvajes, peligrosos y tan bárbaros que es imposible negociar con ellos, con ellos la única solución es la expulsión o, incluso, la aniquilación. El ataque perpetrado por Hamás da un nuevo argumento para expandir la geografía imaginaria de Israel, basada en la demonización del otro aquel con el que cohabita incómodamente.

Se puede concluir que el conflicto en Gaza es el de comunidades imaginadas a través de historias ligadas a la tierra o la carencia de ella, historias que requieren de un espacio físico en donde asentar lo conocido pero, sobre todo, que marcan lo excluido, lo desconocido, lo temido, lo bárbaro.

 

AJLabs (11 de octubre de 2023). How big is Israel’s military and how much funding does it get from the US? Al Jazeera. Recuperado de https://www.aljazeera.com/news/2023/10/11/how-big-is-israels-military-and-how-much-funding-does-it-get-from-the-us.

Beauchamp, Z. (9 de noviembre de 2023) What are settlements, and why are they such a big deal? Vox. Recuperado de https://www.vox.com/2018/11/20/18080052/israel-settlements-west-bank.

Corte Internacional de Justicia (24 de enero de 2024). Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide in the Gaza Strip (South Africa v. Israel). Recuperado de https://www.icj-cij.org/case/192.

Deutsche Welle (26 de enero de 2024). EE.UU. suspende subvención de UNRWA por vínculo con Hamás. Recuperado de https://www.dw.com/es/eeuu-suspende-financiamiento-de-la-unrwa-por-supuestos-v%C3%ADnculos-con-ham%C3%A1s/a-68099108.

Marci, A. (12 de diciembre de 2023) Water as a tool of conflict and cooperation: The Israeli-Palestinian case. Istituto Analisi Relazioni Internazionali IARI. Recuperado| de https://iari.site/2023/12/12/water-as-a-tool-of-conflict-and-cooperation-the-israel-palestine-case/.

Owda, R. (7 de marzo de 2023). How Israeli Settlements Impede the Two-State Solution. Middle East Analysis, SADA, Carnegie Endowment for International Peace. Recuperado| de https://carnegieendowment.org/sada/89215.

Said, E. (1997). Orientalismo. Barcelona: Random House Mondadori.

[1] Maestra en Estudios Internacionales por el Tecnológico de Monterrey y licenciada en Relaciones Internacionales por la FCPyS de la UNAM. Ha sido profesora en diversos programas académicos en el Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México y en la UPAEP. Sus áreas de interés son los estudios regionales de Europa y Rusia. Actualmente colabora como académica de tiempo en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Contacto: elvia.laija@iberopuebla.mx

ORCID: 0009-0003-0860-3404

[2] Cuerpo separado: según el Informe de la Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina (1947) se preveía “una Jerusalén desmilitarizada bajo la égida del Consejo de Administración Fiduciaria de la ONU”.

[3] Palabra árabe que significa levantamiento o agitación, y sirve para referirse a las manifestaciones del pueblo palestino contra la ocupación israelí. La primera revuelta ocurrió en 1987 y la segunda en el año 2000.

Elvia Laija Olmedo

Maestra en Estudios Internacionales por el Tecnológico de Monterrey y licenciada en Relaciones Internacionales por la FCPYS de la UNAM. Ha sido profesora en diversos programas académicos en el Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México y en la UPAEP. Sus áreas de interés son los estudios regionales de Europa y Rusia. Actualmente colabora como académica de tiempo en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Anterior
Anterior

Cuerpos invadidos: la invasión de Estados Unidos en Afganistán desde la experiencia, dolor y resistencias de las mujeres afganas

Siguiente
Siguiente

Reseña de Otro derecho es posible. Diálogo de saberes y nuevos estudios militantes del derecho en América Latina.