Reseña de Alternativas en tiempos de crisis civilizatoria. José Andrés Fuentes González[1]

Diana Isabel Jaramillo[2] 

Ayer me porté mal con el cosmos. Viví todo el día sin preguntar por nada, sin sorprenderme de nada. Me dediqué a las tareas cotidianas como si fuera lo único que tenía que hacer.

Wisława Szymborska 

Filosofar es pensar más allá de lo que se sabe y de lo que se puede saber. Hacer metafísica es pensar tan lejos como sea posible, y como sea debido.

Andre Comte-Sponville

 

PRIMERA PARTE

Alternativas en tiempos de crisis civilizatoria de José Andrés Fuentes González es el resultado de una vida dedicada al trabajo con organizaciones rurales, campesinas e indígenas, así como a la colaboración y creación de cooperativas, especialmente con Yomol A´tel en Chiapas. Estas experiencias, intereses e investigación se plasmaron en su trabajo de doctorado en estudios medioambientales, génesis de este libro.

En el principio, el título de la obra. Jorge Luis Borges era un genio para nombrar sus escritos, utilizaba las hipérboles y los oxímorones, para, al más estilo bíblico, despertar la curiosidad abarcadora de la historia universal de la infamia o de la historia de la eternidad. Así, dado que reseñar un libro es desmenuzarlo para darlo a bocados a los posibles lectores, comenzaré fragmentado el título. El adjetivo, parafraseando a la DRAE: Alternativas, actividades de cualquier género, especialmente culturales, que difieren de los modelos oficiales comúnmente aceptados. Y la más común, como nombre femenino, opción entre una u otra cosa, esto es, hay más de dos maneras de… en este caso, proceder. En tiempos, que no se limita a un solo periodo, sino que puede darse en varios momentos. Crisis, cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que éstos son apreciados; intensificación brusca de los síntomas de una enfermedad. La palabra civilizatoria, derivada del inglés, civilizing, tiene su centro en el verbo civilizar, que se refiere a mejorar el nivel cultural o de formación de un grupo. Juntos, el nombre y el adjetivo definen el título como opciones para salir del fracaso en el que estamos inmiscuidos como especie. Llama la atención que el título no hace referencia a que las alternativas enunciadas sean de un tipo en especial o alternativas a algo en particular. Esto podría ser un juego de elipsis del autor, porque al completar la lectura del libro queda claro que se trata de alternativas de toda índole para reformular el estado presente de la naturaleza política, social, económica y espiritual; y, también, la necesaria reformulación del entendimiento biológico, evolutivo, tecnológico; así como filosófico (En una suposición, el título del libro pudo ser un homenaje al libro Alternativas, de Ivan Illich, a quien toma como argumento autoral en varias ocasiones).

Plantea la hipótesis de que estamos en un momento de elección: ir hacia la extinción de la Tierra, continuar con nuestra vida disipada y de consumo y costumbres capitalistas (que tiene consecuencias para nuestro medio) o cambiar de paradigma. Claro, la preocupación por la decadencia de la humanidad no es nueva. Tenemos todavía presente la tesis de Karl Weber sobre una sociedad convertida en “una única máquina gigantesca en proceso de petrificación y la hipótesis de Henry Adams de una entropía en el proceso de cambio de civilización” (Rosas Godoy y Cerda Osses, p. 22). Entre la melancolía, el romanticismo y la inactividad ha pasado un siglo para encontrarnos hoy con que no lo hemos hecho bien y que, lejos de ser sólo una idea poética o una nostalgia, estamos ante una realidad planetaria que requiere de acciones, de buscar alternativas, de, dirían Novalis y Friedrich Schlegel, sanar tanto el espíritu como el mundo al que el poeta le canta. Cabe mencionar el cuento de Ignacio Padilla, un escritor obsesionado con la industria del fin del mundo, “Póstumo desengaño…”, en el que el protagonista decimonónico, Korrakos, se enfrenta a los Quevedos, quienes secuestraron al fraile Godrigo Comecuervos. Korrakos les declara:

[...] mi encargo, señores, como sabéis, es pagar el rescate de fray Godrigo. Pero mi intención es otra, y es que vengo a pediros que terminéis con esta farsa, porque vuecedes bien saben que el mundo no terminará en cinco años [...] vuecedes la han calculado mal, y hay en vuestros números un notorio error de quinientos años, cinco meses y ocho días [...], el fin de mundo acaeció hará siglos. (pp. 64-65)

Siempre ha existido caos y el resurgir de nuevos órdenes. Pero hoy día, nos advierte el autor de Alternativas…, las crisis se han vuelto extremadamente peligrosas y exigen de nosotros valentía, fuerza para resistir el desbordamiento, una negativa a dejarnos arrastrar por lo externo y la capacidad para refugiarnos en nuestra intimidad habitándola serenamente, en plenitud a pesar de sus limitaciones y, desde allí, comenzar otra vez buscando una solución que sea adecuada a los desafíos del nuevo entorno. Dicho de otro modo, las crisis sólo se superan si se tiene vida interior sana. Entonces, cabe la resiliencia como un poder que todos tenemos para superar las circunstancias traumáticas y emprender un nuevo derrotero después de asimilar el duelo por la pérdida, preparados ya para aprovechar la enseñanza que nos han aportado. Las crisis entrañan oportunidad: las crisis dejan ver alternativas, nos dice el autor.

¿Qué buscamos? En el libro, de entrada, el equilibrio ecológico y el cuidado de nuestros cuerpos. De allí todo. Y, sin ellos, nada. Sartre decía que la esperanza no es lo contrario de la desesperación, sino lo propio de la acción emprendida: un movimiento de proyección hacia el futuro. Ese nexo con el porvenir que se fragua desde la decisión de actuar, con independencia de que se alcance el fin previsto o no, es el mensaje del libro: es hora de actuar para salvar nuestra casa común y nuestra vida desde la conciencia, el conocimiento y el interés por la otredad. Me parece claro que el mapa que nos muestra, además del índice puesto al inicio de su libro para que no nos perdamos en el territorio, es el conocimiento que José Andrés Fuentes fue acumulando a lo largo de su vida (él mismo cita al filósofo Luis Villoro: el conocimiento es el camino).

El trayecto trazado por Fuentes González es extenso y profundo, sí es una cosmovisión, insisto, sincrónica, no histórica o lineal. Es sincrónica porque revisa tanto la evolución de nuestra humanidad, como la episteme de ciencias y experiencias, abordando desde átomos hasta ideas. El resultado es este coloso de papel que desafía nuestra concepción de lo que es una “vida buena”, al tiempo que nos asegura que las respuestas a esas preguntas que todavía no nos hemos hecho están en el centro de nuestro ser y existencia, muy lejanos del individuo capitalista que tiene su esencia en el consumo y el tener.

Analizar la realidad es la meta y lo que prevalece es un sistema neoliberal que, viniendo de la palabra liberal –antes era la posibilidad de libertad– poco ha ayudado a la evolución, generando pobreza y poca riqueza, fundado en un sistema patriarcal y colonial en el que el individuo vale por su decisión de consumo, el Homo economicus, y no el Homo sapiens por su ser y estar: No verlos solo nos vuelve miopes ante la raíz (instituciones y estructuras de poder que han perpetuado el caos. La novedad de este análisis radica en incluir en esta crítica al sistema que tiene “una dominación aún más profunda: la del ego sobre el ser humano” (p. 81) y lo que este puede construir .  

Otra ventana de claridad en el análisis de Fuentes González es la de retomar a Ivan Illich, pensador austriaco enamorado de México (acuñó el término convivencialidad), quien desdeñaba el conocimiento occidental por haber cegado al ser humano sobre los verdaderos valores, dándole un peso a la sociedad escolarizada y a la ciencia moderna como las únicas autoridades morales. También retoma al filósofo Raimon Panikkar: en ambos autores hay una crítica a la distorsión económica de la realidad y al proyecto civilizatorio occidental (búsqueda de industrialización). Ivan Illich hizo hincapié en que la visión economizada ha sido parte de la incapacidad de ver el fracaso de las ideas de progreso. Ideas que sustentó, sobre todo, en una clase intelectualizada que ha particularizado a la ciencia, arrinconando al conocimiento cosmológico. Esa es precisamente la crítica que hace nuestro autor, para quien esta apuesta por un cambio ontológico y epistemológico no va desde la visión externa, sino desde el relato de vida. Allí radica su coherencia. Para él, en comunión con estos dos autores, la característica de la ciencia premoderna es una relación armoniosa entre saberes empíricos y saberes formalizados. En contradicción con la ciencia moderna, en la cual,

 

hay una necesidad de medición y comparación opera en todos los ámbitos del pensamiento occidental —se miden y se hacen rankings o clasificaciones de los países y los individuos, en torno al producto interno bruto, al desarrollo, a la co­rrupción, a la huella ecológica, a la felicidad, a la inteligencia, etcétera—. Es evidente que también en la escuela estas concepciones de la sociedad moderna quedarían inscritas. (p. 177)

 

En el libro aboga por derrocar la idea, ya anunciada por Heiddegger, de que nuestro progreso radica en considerar a la naturaleza como un fondo fijo acumulado, un recurso utilizable. Esta es una visión absolutamente egocéntrica y patriarcal del uso y abuso de los recursos. En este sentido, otro filósofo, también hermanado con la crítica de nuestro autor y de Illich y Panikkar, es el francés Serge Latouche, quien indicaba que la religión del crecimiento ilimitado era nuestra destrucción. “¿Hasta dónde?”. Se creía que el crecimiento de la riqueza per se daría lugar al incremento de la satisfacción de las necesidades humanas y a su plena realización. Nada más falso, un fracaso de la humanidad la voluntad de dominar a la naturaleza, manipularla, de conminarla para acumular sus productos y potencialidades energéticas. Heiddegeer indicaba que dicha voluntad de interpelar a la naturaleza es la actitud denominada “afán de exageración y superación”. El desenraizamiento de los hombres que se desprende de esto es el fin, salvo que el pensar y el poetizar logren una potencia sin violencia.

Y sí, el territorio es el mapa: para Baudrillard, el mapa es el territorio. Dice Fuentes, “Los términos y las palabras que aquí se emplean no se postulan como el territorio sino como un mapa más posible” (p. 203); pero Humpy Dumpy, el huevo en Alicia a través del espejo, decía que las palabras significan aquello que nosotros decidimos (Lewis Carroll, p.88).  por lo cual, podemos decir que lo que quiso decir el autor es que pobre no es quien no tiene capital, pobre es quien vive en función del tener. En este cambio de paradigma, también es necesaria la pragmática lingüística (con Austin y Searle como máximos exponentes), en la que el lenguaje no sólo no describe la realidad (como suponía el Tractatus), sino que incluso puede crearla.

Desde la cosmogonía, indica Fuentes González, esta malformación del ego moderno patriarcal es el eje egoísta que, en una línea histórica, ha enceguecido la posibilidad de ver al otro, de convivir con la Tierra, de verla no como un recurso infinito, sino como un ser en el que pueden darse otras posibilidades de serenidad y de vida: el pluriverso y la espiritualidad. Utopía patriarcal: pulsión de dominación y control que desemboca en violencia (normalizada). Es necesario reconocer el sistema heteropatriarcal que existe en nuestro interior para lograr la construcción de las alternativas que buscamos. ¿Cómo? Silenciando al ego: a la loca de la casa, decía Teresa de Jesús. Para Kant, la manera de salvarnos del relativismo y del ego era aceptando que todos aprendemos de la misma manera. Para Simon Weil, quien también hablaba de este ego como el detonante de la calamidad humana, era necesario destruir el yo en provecho del universo, en vez de destruir el universo en provecho del yo, porque el que no ha sabido convertirse en nada corre el riesgo de que llegue un momento en el que todas las cosas que son distintas a él dejen de existir.

SEGUNDA PARTE

Esta es la cara de la crisis a la que se refiere Fuentes González en más de la mitad del libro, buscando en la filosofía una manera de entender qué estamos viviendo. En la segunda parte de la obra, nos adentramos en el “Multiverso: convivencia de realidades”, en la cual descansa una transición paradigmática, epistemológica y una erradicación del ego patriarcal moderno. Su propuesta es la de vivir esa convivencialidad que es para todos y no requiere profesionalidad, pero sí humanidad, ética y compromiso. Una apuesta por recuperar la capacidad de hacer, de tener autonomía frente a las instituciones para construir una sociedad convencional y libre en la que el ser humano controle la herramienta.

Sobre la vida buena que se propone, el ejemplo es la vida plural de los pueblos originarios que habitan en armonía y bajo sus propias cuestiones existenciales. Para ellos, el desarrollo consiste en dejar ser, en no resistir, en no sobrevivir; en ser respetado como eres (para lo cual tienen el vocablo tsotsil Lekil kuxlejal). La búsqueda de una espléndida existencia con alegría, gozo, trabajo y abundancia, entendida no desde el querer más, sino desde el necesitar menos, es parte de su visión. La armonía con la Madre Tierra se debe reflejar en el trabajo con el cosmos, con los espíritus del mundo, con la realidad, con el todo. El trabajo se hace, no se tiene. Permitir la entrada al pluriverso a distintas realidades donde se materializan diferentes existencias y modos de vida ayuda a vivir la simplicidad que resulta en una forma de ser sencilla, en una pobreza. Para que los buenos vivires puedan existir, son necesarios las escalas y los límites. Uno de ellos: apreciar lo que es suficiente. Basándose en la ética de la suficiencia y en una visión holística del ser humano, es necesario insertarse en la diversidad de la vida de la comunidad terrenal, con la cual se busca producir lo que se necesita: un horizonte de vida a construir. Y dice nuestro autor, “no se trata de buscar cómo controlamos o aminoramos los impactos del desarrollo para hacerlo sostenible, sino cómo cambiamos nuestra visión de la realidad, nuestra forma de ser en el mundo, hacia prácticas y experiencias de vida que resulten más sostenibles, amigables, armoniosas y en paz” (p.416) Ahícadaquien..

Comprender de esta manera a la naturaleza, aprender de ella, sentipensar con la Tierra para saber ¿qué sostener y qué sustentar? Aquí, Fuentes González, recurre a la sabiduría de Leonardo Boff y su apuesta por la sostenibilidad fundamental que significa estar al tanto del conjunto de procesos para mantener la vitalidad e integridad de la Madre Tierra; así como un reconocimiento del valor y la pertinencia de la diversidad en todos sus términos. Subraya Fuentes:

No hay mucho que inventar para saber los primeros pasos que se pueden dar en el seno de estas instituciones, desde modificar el sistema comparativo y competitivo de calificaciones, hasta salir de las aulas a los huertos, al contacto con la Naturaleza; romper con la relación de poder de quien sabe, profesor(a), y quien debe aprender, alumno(a), etcétera. (p.181)

 

Consiste, también, en tener un diálogo y una ecología de saberes que nos permitan vivir como personas austeras y sencillas para restringir nuestro impacto en el mundo y establecer escalas adecuadas para el desarrollo de la vida de los grupos humanos. Ser sabio, sereno, austero podrá restringir el impacto en el mundo. De igual manera, las familias extendidas permiten el desarrollo de las personas para caminar hacia formas más sustentables. Estas anotaciones ayudan a complementar el enfoque de liberación del ego y el patriarcado que se propuso para abordar la sustentabilidad. Que se cuestione cualquier realidad del sistema reinante en el mundo de inicios del siglo xxi; quitarle la energía, la identificación y el dominio del ego moderno patriarcal; recuperar el poder social a nivel territorial para que las personas puedan ejercer su libertad en sus propios lugares.

En suma, buenos vivires, buenos haceres y Yomol Atel: trabajo comunitario es la meta. Estar contentos de trabajar con la naturaleza, la tierra, la milpa y el cafetal. El buen comer y el buen que están relacionados con lo sagrado en el trabajo y son parte del Lekil kuxlejal, del buen vivir. Tener en cuenta a la chacra que enseña a querer, a vivir y a trabajar (conceptos de agroecología), en un proceso productivo, alimentario, social, epistemológico y político, sagrado y espiritual. Es un reposicionamiento con el agricultor y otro con la naturaleza (policultivos o cultivos sustentables), de modo que se obtenga una soberanía alimentaria, así como un rompimiento con la gobernanza moderna. Imaginar economías convivenciales que responden no a la eficiencia y a la rapidez y sí a una solidaridad retributiva cooperativista, a un trabajo para la autonomía que nos permita asegurar nuestra subsistencia como base mínima para la reproducción de la vida. Todas estas ideas, obtenidas del estudio, la observación, la convivencia y la experiencia con las comunidades, son las que el autor pone en la mesa al lector para un desafío ético, político y social. Una respuesta al colapso y la feliz observación del fin del mundo como lo conocemos. Una era de reexistir y de reexistencia. De aprender a mirar distinto. Ver lo que no hemos visto. Amor por el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. El conocimiento de sentipensares, de otras cosmogonías, de diferentes epistemologías, de otra manera de habitar el mundo y de otros quehaceres humanos.

Concluyo:

Leer un libro es hilar con otros libros. Mientras leía este, recordé a Natalia Ginzburg y su libro Pequeñas virtudes, en el que escribe de la necesidad de educar no en el dinero, no en el ahorro, sino en la generosidad y en la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber. Es el mismo camino profundo y largo de Santiago que recorrió nuestro autor para llegar a dos verdades: es urgente destruir el ego patriarcal modernista y remirar al mundo desde otras concepciones. Me parece que coincide con esa apuesta de conocernos, con la certeza de que no se puede dar ese conocimiento, científicamente, sino desde la confianza en nosotros mismos, en nuestra esencia y en nuestra libertad. Recordar que las ciencias humanas no son más humanistas que las ciencias de la Tierra. Marx en su tesis sobre Feueberch había dicho lo fundamental: La esencia humana no es una abstracción inherente a un individuo singular. En su realidad, es el conjunto de las relaciones sociales. Eso equivale a explicar al ser humano por algo diferente de sí mismo. Eso cambia, también, nuestra relación con nosotros mismos, en un sentido que varios ya habían anotado, Freud con su énfasis en el inconsciente y su erradicación del yo como amo de la casa; Copérnico con la expulsión del centro del universo, Darwin cuando nos equiparó en el mundo animal. Asimismo es necesario ante la crisis civilizatoria que vivimos, el ponernos en nuestro humilde lugar, que no es el de un principio, sino el de un efecto; no de una esencia, sino de una historia. Se trata de “hacer bien al hombre, a la mujer” como decía Michel de Montagine. Y ninguna ciencia, ninguna especialización del pensamiento basta para ello, ni nos dispensará de la tarea que tenemos de salvarnos. Es necesario repensar la vida sin el absolutismo, sin la visión de nuestro ego, concluye nuestro autor.

 

Referencias

Ginzburg, Natalia. (2019). Pequeñas virtudes. Madrid: Acantilado.

Illich, Ivan. (1986). Alternativas. México: Joaquín Mortiz.

Latouche, Serge. (2022). Introducción al decrecimiento. Madrid: Editorial Popular

Lewis Carroll. (2004). Alicia a través del espejo.Argentina: Ediciones del Sur.

Padilla, Ignacio. (1997). “Póstumo desengaño del nigromante del nigromante Rodobus”, en J. Ortega (ed.), Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI. Las horas y las hordas. México: Siglo XXI.

Real Academia Española: Diccionario [en línea]. < https://dle.rae.es/ > [Fecha de la consulta: 10/08/2023].

Rosas Godoy, J. y Cerda Osses, E. (2019). Condición posthistórica o Manifestación poliexpresiva. Una perturbación sensible. Buenos Aires: Argus-a.

[1] Fuentes González, J. (2022). Alternativas en tiempos de crisis civilizatoria. Puebla: Universidad Iberoamericana. ISBN: 978-607-417-935-4

[2] Doctora en Literatura y Expresión del Español. Colabora en la Universidad Iberoamericana Puebla coordinando la Licenciatura en Literatura y Filosofía del Departamento de Humanidades. Su interés de investigación es la ecdótica, la teoría y la crítica literaria hispanoamericana de la modernidad y de periodos virreinales y decimonónicos. Escribe cuentos en sus ratos libres. Correo de contacto: dianaisabel.jaramillo@iberopuebla.mx

ORCID: 0000-0002-9875-8703

 

Diana Isabel Jaramillo

Doctora en Literatura y Expresión del Español. Colabora en la Universidad Iberoamericana Puebla coordinando la licenciatura en Literatura y Filosofía del Departamento de Humanidades. Su interés de investigación es la ecdótica, la teoría y la crítica literaria hispanoamericana de la modernidad y de periodos virreinales y decimonónicos. Escribe cuentos en sus ratos libres.

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